viernes, 12 de marzo de 2010

PLAN DE AYALA


Plan Libertador de los hijos del Estado de Morelos afiliados al Ejército Insurgente que defiende el cumplimiento del Plan de San Luis, con las reformas que ha creído conveniente aumentar en beneficio de la Patria Mexicana.

Los que suscribimos, constituidos en junta revolucionaria para sostener y llevar a cabo las promesas que hizo al país la revolución de 20 de noviembre de 1910 próximo pasado, declaramos solemnemente ante la faz del mundo civilizado que nos juzga y ante la nación a que pertenecemos y amamos, los propósitos que hemos formulado, para acabar con la tiranía que nos oprime y redimir a la patria de las dictaduras que se nos imponen, las cuales quedan determinadas en el siguiente plan:

1º. Teniendo en consideración que el pueblo mexicano acau­dillado por don Francisco l. Madero, fue a derramar su sangre para reconquistar libertades y reivindicar sus derechos concul­cados, y no para que un hombre se adueñara del poder, vio­lando los sagrados principios que juró defender bajo el lema "Sufragio Efectivo y No Reelección" ultrajando así la fe, la causa, la justicia y las libertades del pueblo; teniendo en considera­ción que ese hombre a que nos referimos es don Francisco l. Madero, el mismo que inició la precitada revolución, el que impuso por norma gubernativa su voluntad e influencia al Gobierno Provisional del ex presidente de la República licen­ciado Francisco L. de la Barra, causando con este hecho reitera­dos derramamientos de sangre y multiplicadas desgracias a la patria de una manera solapada y ridícula, no teniendo otras mi­ras que satisfacer sus ambiciones personales, sus desmedidos ins­tintos de tirano y su profundo desacato al cumplimiento de las leyes preexistentes emanadas del inmortal Código del 57 escrito con la sangre revolucionaria de Ayutla.

Teniendo en cuenta que el llamado Jefe de la Revolución libertadora de México, don Francisco I. Madero, por falta de entereza y debilidad suma, no llevó a feliz término la revolu­ción que gloriosamente inició con el apoyo de Dios y del pue­blo, puesto que dejó en pie la mayoría de los poderes guberna­tivos y elementos corrompidos de opresión del gobierno dicta­torial de Porfirio Díaz, que no son ni pueden ser en manera alguna la representación de la Soberanía Nacional, y que, por ser acérrimos adversarios nuestros y de los principios que hasta hoy defendemos, están provocando el malestar del país y abrien­do nuevas heridas al seno de la patria para darle a beber su propia sangre; teniendo también en cuenta que el supradicho señor Francisco I. Madero, actual presidente de la República, trata de eludirse del cumplimiento de las promesas que hizo a la nación en el Plan de San Luis Potosí, siendo las precitadas promesas a los convenios de Ciudad Juárez; ya nulificando, per­siguiendo, encarcelando o matando a los elementos revolucio­narios que le ayudaron a que ocupara el alto puesto de presi­dente de la República por medio de falsas promesas y numerosas intrigas a la nación.

Teniendo en consideración que el tantas veces repetido Fran­cisco I. Madero ha tratado de acallar con la fuerza bruta de las bayonetas y de ahogar en sangre a los pueblos que le piden, solicitan o exigen el cumplimiento de las promesas de la revo­lución llamándolos bandidos y rebeldes; condenándolos a la guerra de exterminio sin conceder ni otorgar ninguna de las garantías que prescriben la razón, la justicia y la ley; teniendo igualmente en consideración que el presidente de la República Francisco I. Madero, ha hecho del Sufragio Efectivo una san­grienta burla al pueblo, ya imponiendo contra la voluntad del mismo pueblo, en la vicepresidencia de la República, al licenciado José María Pino Suárez, o ya los Gobernadores de los Estados, designados por él, como el llamado general Ambrosio Figueroa, verdugo y tirano del pueblo de Morelos; ya entrando en contubernio escandaloso con el partido científico, hacenda­dos, feudales y caciques opresores, enemigos de la revolución proclamada por él, a fin de forjar nuevas cadenas y seguir el molde de una nueva dictadura más oprobiosa y más terrible que la de Porfirio Díaz; pues ha sido claro y patente que ha ultrajado la soberanía de los Estados, conculcando las leyes sin ningún respeto a vidas ni intereses, como ha sucedido en el Estado de Morelos y otros, conduciéndolos a la más horrorosa anarquía que registra la historia contemporánea.

Por estas consideraciones declaramos al susodicho Francisco I.Madero, inepto para realizar las promesas de la revolución de que fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales burló la voluntad del pueblo y pudo escalar el poder: incapaz para gobernar por no tener ningún respeto a la ley y a la justicia de los pueblos, y traidor a la patria por estar a sangre y fuego humillando a los mexicanos que desean liber­tades, a fin de complacer a los científicos, hacendados y caci­ques que nos esclavizan y desde hoy comenzamos a continuar la revolución principiada por él, hasta conseguir el derroca­miento de los poderes dictatoriales que existen.

2º. Se desconoce como jefe de la revolución al señor Francisco I. Madero y como presidente de la República por las razones que antes se expresan, procurándose el derrocamiento de este funcionario.

3º. Se reconoce como Jefe de la Revolución Libertadora al ilustre C. general Pascual Orozco, segundo del Caudillo don Francisco I. Madero, y en caso de que no acepte este delicado puesto, se reconocerá como Jefe de la Revolución al C. General don Emiliano Zapata.

4º. La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos manifiesta a la nación bajo formal protesta: que hace suyo el Plan de San Luis Potosí con las adiciones que a continuación se expresan en beneficio de los pueblos oprimidos y se hará defensora de los principios que defiende hasta vencer o morir.

5º. La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admi­tirá transacciones ni componendas hasta no conseguir el derro­camiento de los elementos dictatoriales de Porfirio Díaz y de Francisco l. Madero, pues la nación está cansada de hombres falsos y traidores que hacen promesas como libertadores y que al llegar al poder se olvidan de ellas y se constituyen en tiranos.

6º. Como parte adicional del plan que invocamos, hacemos constar: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la justicia venal, entrarán en posesión de esos bienes inmuebles desde lue­go, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos, correspon­dientes a esas propiedades, de las cuales han sido despojados por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo a todo trance con las armas en la mano la mencionada posesión, y los usur­padores que se consideren con derecho a ellos lo deducirán ante los tribunales especiales que se establezcan al triunfo de la re­volución.

7º. En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños que del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas; por esta causa se expropiarán previa indemnización, de la tercera parte de esos monopolios a los po­derosos propietarios de ellos, a fin de que los pueblos y ciuda­danos de México, obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los me­xicanos.

8º. Los hacendados, científicos, o caciques que se opongan directa o indirectamente al presente plan, se nacionalizarán sus bienes y las dos terceras partes que a ellos les correspondan, se destinarán para indemnizaciones de guerra, pensiones de viu­das y huérfanos de las víctimas que sucumban en la lucha del presente plan.


9º. Para ejecutar los procedimientos respecto a los bienes an­tes mencionados, se aplicarán leyes de desamortización y nacio­nalización según convenga, pues de norma y ejemplo pueden servimos las puestas en vigor por el inmortal Juárez a los bie­nes eclesiásticos, que escarmentaron a los déspotas y conserva­dores que en todo tiempo han pretendido imponernos el yugo ignominioso de la opresión y el retroceso.

10º. Los jefes militares insurgentes de la República que se levantaron con las armas en la mano a la voz de don Francisco I. Madero, para defender el Plan de San Luis Potosí y que se opongan con fuerza armada al presente plan, se juzgarán trai­dores a la causa que defendieron y a la patria, puesto que en la actualidad muchos de ellos por complacer a los tiranos, por un puñado de monedas o por cohecho o soborno, están derra­mando la sangre de sus hermanos que reclaman el cumplimien­to de las promesas que hizo a la nación don Francisco L Ma­dero.

11º. Los gastos de guerra serán tomados conforme al artículo 11 del Plan de San Luis Potosí, y todos los procedimientos em­pleados en la revolución que emprendemos, serán conforme a las instrucciones mismas que determine el mencionado plan.

12º. Una vez triunfante la revolución que llevamos a la vía de la realidad, una Junta de los principales jefes revoluciona­rios de los diferentes Estados, nombrará o designará un presidente interino de la República, que convocará a elecciones pa­ra la organización de los poderes federales.

13º. Los principales jefes revolucionarios de cada Estado, en junta, designarán al gobernador del Estado a que correspondan, y este elevado funcionario convocará a elecciones para la de­bida organización de los poderes públicos, con el objeto de evi­tar consignas forzosas que labran la desdicha de los pueblos, como la tan conocida consigna de Ambrosio Figueroa en el Estado de Morelos y otros que nos condenan al precipicio de conflictos sangrientos sostenidos por el capricho del dictador Madero y el círculo de científicos y hacendados que lo han sugestionado.

14º. Si el presidente Madero y demás elementos dictatoriales del actuad y antiguo régimen, desean evitar las inmensas des­gracias que afligen a la patria y poseen verdaderos sentimientos de amor hacia ella, que hagan inmediata renuncia de los puestos que ocupan y con ello en algo restañarán las graves heridas que han abierto al seno de la patria, pues que, de no hacerlo así, sobre sus cabezas caerán la sangre y anatema de nuestros hermanos.

15º. Mexicanos: considerad que la astucia y mala fe de un hombre está derramando sangre de una manera escandalosa, por ser incapaz para gobernar; considerad que su sistema de gobierno está agarrotando a la patria y hollando con la fuerza bruta de las bayonetas nuestras instituciones: y así como nues­tras armas las levantamos para elevarlo al poder, las volvemos contra él por faltas a sus compromisos con el pueblo mexicano y haber traicionado la revolución iniciada por él, no so­mos personalistas, ¡somos partidarios de los principios y no de los hombres!

Pueblo mexicano, apoyad con las armas en la mano este plan y haréis la prosperidad y bienestar de la patria.

Libertad, Justicia y Ley.
Ayala, noviembre 25 de 1911.

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